A las 13.30 horas del día de hoy, la vida del ex concejal socialista llegaba a su fin a manos de dos asesinos que se erigían como jueces y verdugos. Su esposa y su hija presenciaron el asesinato. Su propia hija y una amiga de esta prestaron los primeros auxilios a tres disparos a bocajarro, uno en el cuello y dos en el pecho, hasta que llegó la ambulancia. Según testigos presenciales, las dos estaban cubiertas de sangre y le hablaban mientras era llevado a la ambulancia, a lo que él respondía con un movimiento de cabeza, "como diciendo que no".
ETA vuelve a dejar una viuda y dos huérfanas por fanatismo. Disparando por la espalda, como los traidores. A cara descubierta, porque saben que el deficiente sistema judicial español sólo les condenará a un máximo de 30 años de cárcel, reducidos a 10 por diferentes atenuantes, y eso si son cogidos. Un precio demasiado bajo a cambio de satisfacer sus ansias de sangre.
ETA vuelve a matar, pero algunos se han empeñado en no darse cuenta que con los terroristas no se negocia. Ahora, con la sangre de Isaías aún tiñiendo de rojo la calle Navas de Tolosa de Mondragón, se echan las manos a la cabeza. Con el terrorismo no se negocia. Esta fue la razón por la que Rosa Díez abandonó el Partido Socialista Obrero Español, y no por falta de lealtad a sus compañeros (como se ha pregonado desde su directiva), sino porque recuerda las más de dos mil víctimas, con sus familias, que ETA se ha cobrado ya. Que la izquierda abertxale se ha cobrado ya. Que el nazismo (nacionalsocialismo o socialistas nacionalistas) se han llevado por delante en toda España. Porque Otegi no es mejor persona que Hitler.
Un terrorista capaz de una salvajada de este calibre sólo entiende de un lenguaje y merece morir de la misma manera que mata. Y esto lo digo con la cabeza totalmente fría, pero con el corazón en un puño, porque cualquiera de nosotros pudo y puede ser Isaías Carrasco.