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Tratado de la introversión de un extrovertido
viernes, 27 de octubre de 2006
Ya te he contado que cuando la inspiración no viene, simplemente miro por la ventana y espero a que llegue. Lo que quizá no te he dicho aún es que, si ni siquiera de esa forma consigo que la musa me susurre al oído y module cada una de las pulsaciones sobre este teclado, la invito a acercarse a través de la música.

Cada tipo de música tiene momentos, eso es algo que creo haber mencionado ya, pero debo decir que no toda la música hace que las palabras fluyan por mis dedos como si mente y texto fueran uno solo: hay música para amar, hay música para sentir y hay música para escribir. Y, como siempre con tu permiso, en torno a esto quería hablarte hoy.

Escribir. Habilidad que todos poseemos pero, sin embargo, pocos desarrollamos. No, no hablamos de caligrafía, hablamos de plasmar sentimientos sobre un formato, sea físico o digital, para mantenerlo para la posteridad. Se puede escribir por muchas razones, la supuesta es comunicarse, pero no todo escrito es un acto de comunicación. Un ejemplo, ese diario que escribías cuando eras peque, en el que ponías tus enormes problemas, enormes con la perspectiva de esa edad y, por lo tanto, ni mayores ni menores que los que tienes hoy, simplemente ha cambiado el prisma. ¿Acaso no lo escondías y nadie podía leerlo? Sentimientos no comunicados.

Escribir. ¿Cuándo fue la última vez que mandaste una carta escrita de tu puño y letra? yo ni me acuerdo, entre documentos oficiales -a máquina- y los email... creo que la última carta se la mandé a V. cuando estaba en 1º de carrera, diciéndole lo mucho que me gustaba, aunque podemos contar los poemas que le escribí a M. hace casi 6 años. Y bueno, luego claro que he escrito, pero no vale tener en cuenta exámenes o apuntes. ¿Mis sentimientos en papel? seguramente no menos de 5 años.

Quizá te suene romántico, pero sigo pensando que las cartas tienen un enorme valor sentimental. Digo quizá porque también hay mujeres que consideran retrógrado que un hombre les abra la puerta o les ayude cuando llevan peso. Yo lo hago, como también guardo todas las cartas de mis antiguos amigos y novias en una carpeta, como las que S. me envió aquel verano hace ya posiblemente 8 años. Con S. fui un auténtico cabrón, supongo que con las hormonas desbocadas a los dieciocho años no era más que un niñato inmaduro. Sin embargo, aún guardo aquel recorte de cuaderno cuadriculado de a penas 2 centímetros por 4 centímetros que un día S. me dio con su dirección para escribirla durante todos los meses de verano en que no nos íbamos a ver. O aquella carta en la que había puesto un folio lleno de besos para felicitarme el cumpleaños. A menudo me pregunto qué será de S., lo último que supe de ella es que se había ido a Alicante después de estudiar Enfermería...

Lo sabía, siempre me pasa igual, es poner una banda sonora y acabo hablando del pasado. ¿Qué tiene esa música que siempre evoca recuerdos?

Quitando S. y M., la verdad es que no he tenido ninguna otra relación más o menos normal. Primero fue Mara, una chica italiana que conocí en Inglaterra allá por el 96, ¡cómo dibujaba! era increíble, a pesar de que ni me había fijado en ella, porque yo estaba un poco cegado por otra italiana, Francesca, que lo que tenía de guapa lo tenía de tonta, es decir, que pasaba de mí. Sin embargo Mara le dijo a una amiga que le gustaba, y por supuesto que me gustaba, su timidez era encantadora, recuerdo los coloretes que le salían aquel día de la fiesta en que comíamos tarta del mismo plato, el mismo día en que los italianos no me querían dejar jugar al limbo porque decían que era demasiado alto jajaja, ¡cómo les humillé cuando finalmente me admitieron! Pero se acabó la estancia y Mara volvió a Italia, mientras que yo me volví a España. Mara quiso seguir con la relación, me mandaba fotos, ¡hasta consiguió mi teléfono, no me preguntes cómo! aún hoy, diez años después, siento como el primer día haberle roto el corazón diciéndole que tenía que olvidarme, que teniendo ambos 16 años no podía ser.

La verdad es que las relaciones fracasadas a posteriori fueron merecidas, tan solo por lo mal que llevé la situación con Mara, pero en aquel momento pensé que era mejor un momento de dolor que una vida de sufrimiento, pensando sinceramente en ella. Recientemente me he visto en el caso opuesto. Ahí estuvo María y su mundo de color de rosa, Ruth el día que se lió con un amigo mío, Saray, que consiguió que los amigos de su ex me partieran la cara,... en fin, espero estar en paz con el sistema kármico que debe regular todo esto, creo que ya he pagado con creces.

Son extrañas las relaciones: en teoría, todos nos conformamos con alguien que nos trate bien, que nos entienda, que sea sensible,... pero, en la práctica, no es eso lo que buscamos y, lo peor, es que no sabemos qué queremos. Pero claro, luego no nos debería de extrañar que el guapo o la guapa de turno no fueran el príncipe azul o la princesa prometida, sino una rana o una bruja, ¿no tiene sentido?.
 
posted by Sam at 12:39 a. m. |


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