Mi abuela murió hace más de 3 años, un lunes de madrugada. Recuerdo que era lunes porque el viernes habíamos incinerado a un primo mío de 3 años, muerto por una enfermedad degenerativa de nacimiento. El peor fin de semana de mi vida, al menos hasta el momento. Me acuerdo que llevaba mucho tiempo enferma, que por cuestiones que no son motivo de este artículo casi no puedo venir a verla cuando sabíamos que su muerte era cuestión de tiempo.
Sólo lloré una vez, al finalizar la misa, cuando me quedé solo en la iglesia. Me supo a poco, mi madre me necesitaba, mi familia necesitaba al hombre de la casa, que fuese fuerte y mostrase entereza. Mierda de tópicos. No volví a llorar, hasta esta mañana, cuando me desperté. Simplemente no me salía. Y hoy también me supo a poco.
No me preguntes qué significa esa frase, no, no he visto ninguna película de superhéroes en meses, no lo sé, a veces ni me acuerdo de lo que he soñado y hoy recuerdo todo al milímetro, incluso palabra por palabra.
Dicen que en los sueños no hay capacidad sensorial, no te duele si te pellizcas, pero qué queréis que os diga, cuando la abracé, abrazaba algo sólido, y la sensación de pena y alegría de volver a verla y las lágrimas sobre mi sábana son muy reales, tan real como que nunca supe lo mucho que la quiero.
A veces, la vida es una mierda.