Ya sabes que en nuestra sociedad hay ciertas palabras que no venden: honor, lealtad, valor, ... ¿la prueba? cualquier programa en horario de máxima audiencia.
Diciéndote que esta sociedad está idiotizada no te cuento nada nuevo, los dos lo sabemos. No obstante, nosotros también somos parte de "esta nuestra" sociedad y, si preguntas a cualquier persona, nadie aceptará que es manipulado por los medios de comunicación, los mass media. Resulta llamativo cómo, los propios medios que nos esclavizan, nos hacen creer que somos más libres que nunca. Ya. Vestimos como quieren, comemos como quieren, hablamos como quieren (qué pasa neng, geropa, pecadorrrr), de manera que, ¿no van a lograr que pensemos como quieren?
Vale, quizá pueda parecerte que peco de nostálgico, pero qué quieres que te diga, yo me crié con el Inspector Gadget y Superratón y un montón de series como Cosas de Casa, Padres Forzosos, Salvados por la Campana, Los Problemas Crecen o El Príncipe de Bel Air. Ni soy juez ni soy un dios, pero creo que puedo afirmar objetivamente que, gracias a esta dosis "sana" de mass media, desarrollé una cierta predisposición a valorar la amistad o el amor, el honor y la lealtad y, todo ello y algún ingrediente que se me olvide, me han hecho adoptar en esta vida una cierta actitud quijotesca que, consecuentemente, conlleva el perjuicio del héroe.
Ey, llámame desfasado o retrógrado si quieres, pero que esperas que te diga, aún creo en los caballeros medievales que salvaban inocentes campesinos de tiranos opresores, se enfrentaban a dragones por el amor de una doncella y salían victoriosos de todo ello. Por eso intento que cada uno de mis actos sean nobles, porque supongo que estarás de acuerdo conmigo en que la nobleza de corazón es imprescindible para que cada uno de tus actos en la vida tengan un sentido más allá del de aprovecharse del que necesita más que tú.
Pues no, no me he criado con pasiones de gavilanes, la única pasión que conocí fue la de Oliver y Benji por el fútbol. Ni veía derivados culinarios como la salsa rosa o el tomate, qué va, en todo caso Con las Manos en la Masa, donde aprendí a hacer alguna tarta; me dedicaba a saber sumar y hablar gracias a Barrio Sésamo y el erizo que sólo se vestía para dormir. Lloré cuando David el Gnomo se murió y se convertía en árbol, porque llevaba muchos años enseñándome que el valor y la amistad valían para algo. Todo esto y mucho, mucho más me ha hecho más sensible pero ¿también más débil? No, yo creo que más bien me ha llevado a desarrollar una especie de Código del Honor y a ser, al fin y al cabo, un caballero igualito a aquellos con los que soñaba de pequeño. Y, por supuesto, sé que mi fin sólo puede ser el de acabar estrellado contra los molinos de viento, y lo acepto porque creo en ello.
Puede que por todo ello no me dedique a quemar contenedores ni a pegar sin techo y grabarlo en móviles, no. Tampoco tengo un pit bull, un rottweiler o un doberman, no, tengo un pez y creo que no es necesario tener una máquina de segar vidas -para eso han sido genéticamente seleccionados, le pese a quien le pese- para sentirse acompañado. No, yo no me he convertido en un vikingo. Y tal vez, sólo tal vez, por esa razón defendía en el colegio a los chicos de los que otros abusaban.
Y tú, ¿eres un vikingo o un caballero?