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Tratado de la introversión de un extrovertido
domingo, 25 de junio de 2006

No te comprendo. Dices que estás cansado de que todo sea siempre igual y, sin embargo, te pasas las horas tirado en la habitación, mirando el techo. Explícamelo, por favor. La silla tiene la forma de tu trasero y sólo encuentras una fugaz escapatoria en estas letras virtuales. Y, sin embargo, sabes que estas palabras también se las lleva el viento y lo que perduran son las personas o, mejor dicho, los recuerdos generados por las personas.

No consigo entenderlo. Me cuentas que, aunque te acuestes tarde y cansado, te despiertas de repente y te quedas completamente desvelado. Me dices que ella no te gustaba y, sin embargo, estás obsesionado con la idea de que él se haya ido con ella. Sí, sé que no es por ella, sino por lo que representa, pero dime ¿qué es lo que quieres? no puedes pretender ser como el perro del hortelano.

Creo que sé cuál es tu problema: te falta valor. No, no es valor, lo que quería haber dicho, es descaro. Tienes que ser mucho más descarado, ¿qué más da lo que diga de ti la gente a la que no le importas? Tienes talento, lo sabes, pero no olvides que el talento, como todo, se debe de entrenar o se oxida.

Vale, te doy la razón en eso, llevas cuatro años en el exilio, de aquí para allá, sin regularidad. No es fácil conseguir tu objetivo cuando el suelo no para de tambalearse, cuando no puedes planificar nada de aquí al sábado que viene. Pero hasta ahí. Ayúdame a ayudarte, ¿qué es lo que buscas? ¿de verdad sabes lo que quieres?

¿Ilusión? ¿qué quieres decir con ilusión? ah, sí, lo sé, tienes que vivir siempre con un objetivo en mente, ya te he dicho alguna vez que los sueños, para que sigan siendo sueños y te obliguen a moverte, deben de ser irrealizables, porque al cumplirse te quedas desencantado. De todas formas, ¿qué piensas hacer? ¿vas a seguir ahí, mirando el techo? ¿o vas a intentar hacer algo con tu vida?

....

Ya. Yo también quisiera que por una vez pudieras vivir tu sueño, pero sólo nos queda la esperanza para evitar la desesperación. Aguanta, vale la pena una vez más.
 
posted by Sam at 10:46 p. m. | 0 comments
viernes, 23 de junio de 2006
¿Para ser sincera? ¿qué clase de mierda de expresión es “para ser sincera”? Oh, entiendo, cuando me dices “para ser sincera” me estás diciendo que en todo lo demás que me has contado no has sido honesta, que es un antónimo de mentirosa. Gracias por haberme dicho la verdad una vez en toda la conversación, no sé si es un problema de que no te transmito confianza o que, simplemente, no logro empatizar contigo.

Si me conoces un poco sabrás que me encantan los cuentos, las fábulas. Pues bien, sabes esa que habla de un escorpión a la orilla de un río caudaloso que quería cruzarlo pero no sabía nadar –hasta lo que yo sé, los escorpiones no nadan-, así que le pidió ayuda a una rana. La rana, que no tenía ninguna princesa cerca con ganas de averiguar si era un príncipe encantado, no tenía nada mejor que hacer, pero conocía la fama del escorpión y, recelosa, le contestó que no le ayudaría, pues en cuanto se distrajese, le hincaría su aguijón ponzoñoso.

El escorpión replicó a la rana que eso no podría ser, puesto que aunque fuese venenoso no era estúpido y si le clavaba el aguijón ambos morirían ahogados. La rana, que no compraba en Media Markt, osease que era tonta, quedó convencida con el argumento del artrópodo, así que acordó hacerle el favor. El escorpión se subió a la espalda de la rana y la rana comenzó a nadar, cruzando el peligroso cauce. Pero pronto al escorpión le empezaron a entrar fríos sudores, ¡veía la blanda carne verde tan a su alcance...!

En fin, que lo que sigue te lo imaginas, el escorpión le clava el aguijón hasta la médula a la rana y, al batracio, se le salían los ojos de las órbitas de la sorpresa, sintiendo cómo la vida se le iba. Justo antes de ahogarse, la rana le preguntó al escorpión:
- ¿Por qué lo has hecho? Ahora moriremos los dos.
- Lo sé rana, pero no puedo luchar contra lo que soy.

De esta fábula he sacado dos enseñanzas que ahora te transmito: primero, que las ranas tienen los ojos saltones porque descienden todas de esa misma rana y, segundo, que cuando sabes que alguien es malvado, ¿por qué no debería de serlo contigo?

Por eso, cuando te olvidas de aplicar con hechos tus grandilocuentes discursos y sólo se quedan en eso, palabras, me doy cuenta de que, para ser sincero, eres bastante mentirosa.
 
posted by Sam at 5:28 p. m. | 0 comments
jueves, 22 de junio de 2006
Hace tiempo, nadando en la playa, me atrapó una corriente. La verdad es que el agua a penas me llegaba a la cintura, pero no podía avanzar porque la arena también era arrastrada y no tenía sustrato en el que apoyarme. Dicen que cuando te ves sorprendido por una corriente se debe de nadar en diagonal a la costa, al menos eso decían los recauchutados Vigilantes de la Playa, vamos, los socorristas de toda la vida pero metrosexuales.

Te voy a contar una historia, porque seguro que mi psicólogo, si tuviera uno de carne y hueso y no simplemente estas letras digitales, me diría que exteriorizara lo que siento en el momento en que lo siento. A lo que vamos, y atento Almodóvar, igual te sacas un argumento original por una vez en tu vida.

De pequeño siempre tenía la misma pesadilla: estaba en mi casa de noche, en la habitación, a oscuras y metido en la cama, y en el pasillo veía la luz procedente de la sala de estar, desde donde me llegaban las voces de gente, se supone que mi familia. Yo siempre sabía cuándo venía ese sueño, lo que no sé es si la sensación era anterior al sueño o venía de serie con la pesadilla. En fin, que te iba diciendo que yo estaba en mi cama y veía luz de fondo, y entonces comenzaba la sensación, algo así como que mi cama oscilaba unos milímetros sobre el suelo, de manera que yo intentaba irme de la habitación, pero algo me tragaba hacia ella, una fuerza oscura e intangible y, aunque me agarraba del marco de la puerta, jamás conseguía llegar a la claridad –y posiblemente al refugio- de la sala de estar. Finalmente mis manos se soltaban del marco y volvía a la habitación.

Con el paso de los años, aprendí a enroscarme sobre mí mismo, a defenderme, porque lo que venía a continuación era doloroso. Porque te aseguro que dolía, digan lo que digan los freudianos. Algo más oscuro que la propia oscuridad me rodeaba y, finalmente, me mordía. Fin. No me preguntes por qué, pero jamás pude atacar a aquella cosa, fuera lo que fuera; simplemente me enroscaba como un niño pequeño y cerraba fuerte los ojos, como si al no verle yo, él tampoco pudiera verme.

Siguieron pasando los años, siempre el mismo sueño, pero aprendí a reconocer cuándo iba a tener una pesadilla y a conseguir despertarme. Esto aún me ocurre hoy en día, aunque hace años que no sufro aquel sueño. ¿Que qué siento mientras intento despertarme? bueno, lo que creo que estoy haciendo es agitar la cabeza brúscamente de uno a otro lado de la cama, para terminar con un grito y despertándome. Si me muevo en realidad o si grito alto o bajo, no lo sé, supongo que la verdad no se corresponde con lo que siento mientras salgo de ese trance.

Todo esto, aunque parezca que no, tiene un sentido. Pero antes quiero asegurarme de que no te llevas una falsa impresión sobre mí: no soy pesimista, ni mucho menos, pero si no me quejo no sé vivir. Quizá alguien me enseñe un día cómo se hace, pero yo no venía con manual de instrucciones y en la fábrica no quieren saber nada del tema, la garantía ya se pasó.

A veces, simplemente estás harto. Todo te parece una mierda. Vaya, he dicho mierda. Lo he vuelto a hacer. Bueno, lo que te quiero preguntar es si conoces esa sensación de sentir cómo el tiempo va pasando y lo pierdes inútilmente, esa sensación de asquerosa inercia que sólo te lleva a adentrarte un poco más en tu propia espiral de decadencia. Es una cuestión ya no de nostalgia por lo que fue, no voy a citar a Jorge Manrique y su “cualquier tiempo pasado fue mejor” –vaya, lo he hecho, hoy estoy torpe-, sino que se trata de la desesperación de ver cómo la mediocridad va invadiendo todos y cada uno de los ámbitos de tu vida a pesar de tus esfuerzos. Como en aquella pesadilla, quisiera hacerme un ovillo y esperar hasta que despierte, intentando sufrir lo menos posible. Y sin embargo, ahora intento acabar con lo que sea contra lo que lucho.

Creo que sabes de qué te hablo, todos tenemos días malos, pero la relatividad del tiempo, que no la hemos descubierto ni tú ni yo, hace que que esos días a veces parezcan años. Otras, lo son.
 
posted by Sam at 8:46 p. m. | 0 comments
domingo, 11 de junio de 2006
Te voy a contar un secreto: no existe la indiferencia. No sé si ya lo sabías o discrepas, pero desde que el ser humano se ha diferenciado -algo- del chimpancé tenemos una serie de características que nos hacen únicos a nuestra manera. Una es la capacidad de razonar, aunque algunos se empeñen en hablar muchos idiomas y no ser capaz de pensar ni siquiera en uno solo. Otra es ese cúmulo de sensaciones extracorporales que sentimos, lo que algunos llaman conciencia, es decir, nuestra apreciación de lo que está bien y de lo que no lo está. Hay más, pero con tu permiso me voy a quedar con esta última.

El bien y el mal. Ese eterno dilema. ¿Es el ser humano bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo corrompe? ¿o estamos predispuestos genéticamente al mal (homo lupus hominis est) y son los condicionantes sociales los que inhiben la expresión del genotipo? un ejemplo, el hombre -y la mujer, a ver qué te piensas- son primates, vamos, monos, y entre los primates lo normal es la heterosexualidad y la poligamia; el resto es anormal, donde el prefijo "a-" indica "negación de", en este caso ya habrás comprendido que significa "no normal". Por lo tanto y por mucho que nos lo quieran vender los ya citados mass media, no, la homosexualidad no es algo normal, como tampoco lo es la monogamia. Somos monógamos porque se nos impone socialmente y porque durante nuestro proceso de culturización a lo largo de nuestra infancia lo hemos asimilado como el hecho "normal".

Sin lugar a dudas: si incluso nuestra sexualidad viene determinada por la sociedad -o la ausencia de ella- en la que nos criamos, ¿no lo va a venir nuestra conciencia?

Vaya, me disperso y no me dices nada, parece que disfrutaras intentando averiguar hasta dónde quiero llegar. Te decía que no existe la indiferencia, que cualquier acción provoca una reacción, de manera que todo nos afecta en mayor o menor medida. La negación de esta afección simplemente es una barrera para no mostrar lo que nuestra conciencia [ ah es verdad, lo de la conciencia iba aquí ] nos dice que es una vulnerabilidad. Se supone que la sociedad fabrica en masa y no quiere elementos débiles en su cadena de montaje. Es por eso por lo que nos hace creer en nuestra autosuficiencia, nuestra madurez, nuestra independencia.... no necesitamos de nadie ni de nada, porque potenciamos nuestras fortalezas y escondemos nuestras debilidades. Cuando algo nos afecta, no lo reconocemos (¿cuántas veces has dicho eso de "la procesión va por dentro"?) y decimos que nos resulta indiferente.

Pues es mentira. Todo nos afecta en algún grado, aunque las mismas cosas no nos afectan de la misma manera. ¿Por qué? pues por el proceso de socialización del que antes hablaba, ya que en dos personas difiere totalmente, así que debemos esperar comportamientos diferentes ante el mismo problema. De todas formas no te quiero aburrir demasiado con un texto excesivamente denso, sólo espero que este artículo de hoy no te haya dejado indiferente.
 
posted by Sam at 1:29 p. m. | 0 comments
viernes, 9 de junio de 2006
Ya sabes que en nuestra sociedad hay ciertas palabras que no venden: honor, lealtad, valor, ... ¿la prueba? cualquier programa en horario de máxima audiencia.

Diciéndote que esta sociedad está idiotizada no te cuento nada nuevo, los dos lo sabemos. No obstante, nosotros también somos parte de "esta nuestra" sociedad y, si preguntas a cualquier persona, nadie aceptará que es manipulado por los medios de comunicación, los mass media. Resulta llamativo cómo, los propios medios que nos esclavizan, nos hacen creer que somos más libres que nunca. Ya. Vestimos como quieren, comemos como quieren, hablamos como quieren (qué pasa neng, geropa, pecadorrrr), de manera que, ¿no van a lograr que pensemos como quieren?

Vale, quizá pueda parecerte que peco de nostálgico, pero qué quieres que te diga, yo me crié con el Inspector Gadget y Superratón y un montón de series como Cosas de Casa, Padres Forzosos, Salvados por la Campana, Los Problemas Crecen o El Príncipe de Bel Air. Ni soy juez ni soy un dios, pero creo que puedo afirmar objetivamente que, gracias a esta dosis "sana" de mass media, desarrollé una cierta predisposición a valorar la amistad o el amor, el honor y la lealtad y, todo ello y algún ingrediente que se me olvide, me han hecho adoptar en esta vida una cierta actitud quijotesca que, consecuentemente, conlleva el perjuicio del héroe.

Ey, llámame desfasado o retrógrado si quieres, pero que esperas que te diga, aún creo en los caballeros medievales que salvaban inocentes campesinos de tiranos opresores, se enfrentaban a dragones por el amor de una doncella y salían victoriosos de todo ello. Por eso intento que cada uno de mis actos sean nobles, porque supongo que estarás de acuerdo conmigo en que la nobleza de corazón es imprescindible para que cada uno de tus actos en la vida tengan un sentido más allá del de aprovecharse del que necesita más que tú.

Pues no, no me he criado con pasiones de gavilanes, la única pasión que conocí fue la de Oliver y Benji por el fútbol. Ni veía derivados culinarios como la salsa rosa o el tomate, qué va, en todo caso Con las Manos en la Masa, donde aprendí a hacer alguna tarta; me dedicaba a saber sumar y hablar gracias a Barrio Sésamo y el erizo que sólo se vestía para dormir. Lloré cuando David el Gnomo se murió y se convertía en árbol, porque llevaba muchos años enseñándome que el valor y la amistad valían para algo. Todo esto y mucho, mucho más me ha hecho más sensible pero ¿también más débil? No, yo creo que más bien me ha llevado a desarrollar una especie de Código del Honor y a ser, al fin y al cabo, un caballero igualito a aquellos con los que soñaba de pequeño. Y, por supuesto, sé que mi fin sólo puede ser el de acabar estrellado contra los molinos de viento, y lo acepto porque creo en ello.

Puede que por todo ello no me dedique a quemar contenedores ni a pegar sin techo y grabarlo en móviles, no. Tampoco tengo un pit bull, un rottweiler o un doberman, no, tengo un pez y creo que no es necesario tener una máquina de segar vidas -para eso han sido genéticamente seleccionados, le pese a quien le pese- para sentirse acompañado. No, yo no me he convertido en un vikingo. Y tal vez, sólo tal vez, por esa razón defendía en el colegio a los chicos de los que otros abusaban.

Y tú, ¿eres un vikingo o un caballero?
 
posted by Sam at 10:08 p. m. | 0 comments
jueves, 8 de junio de 2006


Los tornillos, a veces, se pasan de rosca. No, hoy no voy a darte ninguna lección magistral sobre cómo hacerte tu propio descapotable con un par de grapas y una tabla de contrachapado, pero ya sabes que me gusta comenzar con un símil. Por dónde iba... ah, sí. Te comentaba que los tornillos a veces se pasan de rosca a base de apretarlos más y más. Todo tiene un límite estructural.

Ni nosotros somos objetos de ferretería ni los tornillos tienen un factor clave en el ser humano, la esperanza, pero sin embargo como elementos físicos que somos también tenemos un límite físico y otro psíquico. Nuestra moral, que no es otra cosa que la traducción de la esperanza en términos de resistencia a la fatiga, se resiente con cada golpe y, como toda estructura, nuestro cuerpo y nuestra psique tienen memoria: el mar no vence al acantilado por golpearle muy fuerte un par de veces, sino por insistir una y otra vez, golpes que pueden parecer insignificantes pero que, un día sin más ni más, provocan que la pared de piedra se venga abajo.

Pues bien, la vida es como el mar y nosotros somos su acantilado. Ola tras ola te va golpeando. Algunos tienen más suerte que otros y les han puesto un rompeolas que les mantiene como una rosa en una campana de cristal, sin marchitarse. A otros nos han dejado, por acción o por impotencia, ante los elementos. Y ya lo dijo Felipe II, no se puede luchar contra los elementos.

A pesar de ello, siguen existiendo acantilados. Y tornillos.
 
posted by Sam at 1:59 a. m. | 0 comments
lunes, 5 de junio de 2006
Sin duda, en esta vida se pueden conseguir las cosas -cualquier cosa- de dos maneras: pagando o trabajando. Nunca se me olvidará el día que entró una señora al gimnasio en el que entrenaba y le preguntó a mi profesor de kárate si aquello era Corporación Dermostética. A mi profesor, una gran persona y mejor profesional, le dio un poco esa risa sarcástica suya y le contesto que los resultados que se conseguían eran los mismos, pero que aquí se sudaba por ellos mientras que en Corporación Dermostética, un par de pisos más abajo, tendría que pagar bastante más.

¿A dónde quiero llegar hoy? ni yo mismo lo sé, ya sabes que comienzo a escribir y escribir y puedo empezar hablando de las Guerras Púnicas y acabar hablando del festival de Cannes; eso sí, siempre suele quedar como flotando en el aire una supuesta enseñanza moral, para ti y para mí.

Bien, el desencadenante de este artículo de hoy sin duda fue Fernando Alonso, sí, el de la Fórmula 1. Parece ser que, según un diario alemán, Fernando Alonso saludó a unos aficionados con el típico gesto del OK, pero por lo visto se equivocó de dedo. No me invento nada, se puede ver
aquí. La cosa es que me empieza a dar que al chavalín, que dirían en Asturias, se le empieza a subir a la cabeza. Él dice que no le debe nada a nadie, pero eso no es excusa para ir de prepotente y maleducado por la vida, especialmente cuando se es una figura internacional, puesto que no se representa a sí mismo, sino que para los demás países es el "piloto español". Por suerte, tenemos a Gasol y a Nadal, que tienen los pies en la tierra, se habla bastante menos de ellos y, sin embargo, considero que tienen mucha más relevancia en el mundo del deporte. De hecho me fastidió bastante que Fernando Alonso se llevara el Premio Príncipe de Asturias del Deporte cuando aún no había ganado el mundial de F1 y, sin embargo, Dani Pedrosa ya se había estrenado y se quedó sin reconocimiento público.

No le debo nada a nadie. Bueno, eso es relativo, como lo es el esfuerzo. A veces la Naturaleza te dota de un mayor potencial y tus objetivos deben de ser mayores, por ética y por gratitud; siempre me acuerdo de algunos compañeros de clase que les costaba horrores aprobar exámenes que me parecían sencillos y, sin embargo, ellos se esforzaban más que yo, dedicando muchas más horas, para luego sacar un triste aprobado. Yo no tengo la culpa de eso, pero es cierto que, de haber un reconocimiento, no debe de ser por objetivo logrado sino por derroche de ganas y tiempo realizado.

Así que Fernando, ten cuidado, porque en este país es muuuuy fácil pasar de héroe a villano de la noche a la mañana.
 
posted by Sam at 2:55 a. m. | 0 comments
domingo, 4 de junio de 2006
What about the world today
What about the place that we call home
We' ve never been so many
And we've never been so alone.... So alone

Qué mejor que comenzar con música, ¿no crees?

Siempre he sido un tanto inquieto, tanto de espíritu como en el día a día. Inquieto no es la palabra exacta, sería más adecuado utilizar hiperactivo, necesito estar haciendo dos cosas a la vez o no soy persona. Por ejemplo, ahora mismo escucho música a la vez que escribo estas líneas, que van brotando solas pero que serán reescritas y releídas una docena de veces antes de ser publicadas. Muchas veces habré dejado artículos en el tintero porque no los consideré suficientemente buenos, aunque la idea lo fuese: si no logra transmitir, ¿para qué hacerte perder el tiempo leyéndolo?

Pues bien, en uno de esos momentos de hiperactividad, concretamente durmiendo hoy la siesta a ritmo de electrohouse -sí, es cierto, duermo la siesta con música disco- reflexioné antes de quedarme dormido sobre el nuevo concepto de enfermedad en la sociedad desarollada. Aquí, gracias a Dios, tenemos el agua necesaria para no morir de disentería, por poner un ejemplo, de manera que, en nuestro afán de complicarnos, nos tenemos que inventar nuevas enfermedades. Y ¿cuál es la enfermedad que sufre la mayoría de la gente? no, no lo vas a acertar, porque no mata directamente, no se contagia y no existe cura médica para ella...

...

...

Vale, lo diré, creo que la enfermedad más importante a la que se enfrenta la sociedad desarrollada de hoy es la soledad. ¿Ya has acabado de reirte? bueno, quizá a ti te parezca una bobada, pero yo veo a muchos ancianos en centros geriátricos, sin techo que no sólo carecen de comida y gente hablando sola por la calle. La soledad afecta a muchos y no se cura con antibióticos.

Cuando menos resulta paradójico comprobar cómo, en la sociedad de información en la que vivimos, cuando mejores carreteras tenemos, en un momento en que casi todo el mundo tiene móvil -yo tengo dos-, que tenemos toda la información del mundo al alcance de un clic,... la sensación de soledad nunca ha sido tan patente.

¿Que sigues sin creerme? pues bien, qué me dices de las páginas de contactos, los chats,... no creo que un asiduo o alguien que incluso está dispuesto a pagar por estos servicios lo haga por diversión, seamos sinceros.

¿Estamos de acuerdo ahora? Si ya lo decía Alejandro Sanz en Mi soledad y yo.

Por cierto, la canción es We are, de Ana Johnsson, y la podrás encontrar en la OST de Spiderman 2.
 
posted by Sam at 3:22 a. m. | 0 comments