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Tratado de la introversión de un extrovertido
domingo, 29 de octubre de 2006
En la vida hay cosas que no tienen solución y otras que sí. Qué listo, dirás, te habrás quedado calvo para llegar a esa conclusión. No te alejas demasiado de la verdad.

Dicen que hay un viejo proverbio indio que dice "si tu problema tiene solución, ¿para qué preocuparte? y si tu problema no tiene solución ¿entonces para qué preocuparte?". Sea como sea, no se tú, pero al menos yo necesito siempre tener algo en mente, algo que me genere ansiedad, que me cause inquietud, algo que me haga pensar que el problema anterior era más sencillo que éste, que me suponga un reto. En caso contrario, no soy yo.

La vida tendría que ser mucho más sencilla, debería consistir en disfrutar de tu gente, compartir tu tiempo con aquellos que no tienen esa gente y alegrarse con cada amanecer y con cada atardecer. Sin embargo, ya no prestamos atención a la cosas pequeñas y vivimos del aparentar. No nos importa que las luces de la ciudad no nos permitan ver las estrellas; sí, hay más de diez o doce, te reto a que lo compruebes en una acampada. Nos llega tanta información a la vez que no sabemos discriminar las cosas importantes de las que no lo son. Volvemos a la Grecia antigua y sólo nos interesa la belleza externa, pero al menos los griegos cultivaban también la mente -que se lo digan a la audiciencia de la telebasura-. La ambición no tiene límite y siempre deseamos más y más, de lo que sea. Y, cuanto más tenemos, más nos frustramos porque nos damos cuenta de que somos menos felices.

El indio que creó aquel proverbio no vivía en el mundo occidental actual, seguro, porque el problema de la búsqueda de la felicidad es, precisamente, que no sabemos si tiene solución. Y esa ausencia de rumbo en nuestras vidas sí que debería preocuparnos.
 
posted by Sam at 3:44 a. m. | 0 comments
viernes, 27 de octubre de 2006
Ya te he contado que cuando la inspiración no viene, simplemente miro por la ventana y espero a que llegue. Lo que quizá no te he dicho aún es que, si ni siquiera de esa forma consigo que la musa me susurre al oído y module cada una de las pulsaciones sobre este teclado, la invito a acercarse a través de la música.

Cada tipo de música tiene momentos, eso es algo que creo haber mencionado ya, pero debo decir que no toda la música hace que las palabras fluyan por mis dedos como si mente y texto fueran uno solo: hay música para amar, hay música para sentir y hay música para escribir. Y, como siempre con tu permiso, en torno a esto quería hablarte hoy.

Escribir. Habilidad que todos poseemos pero, sin embargo, pocos desarrollamos. No, no hablamos de caligrafía, hablamos de plasmar sentimientos sobre un formato, sea físico o digital, para mantenerlo para la posteridad. Se puede escribir por muchas razones, la supuesta es comunicarse, pero no todo escrito es un acto de comunicación. Un ejemplo, ese diario que escribías cuando eras peque, en el que ponías tus enormes problemas, enormes con la perspectiva de esa edad y, por lo tanto, ni mayores ni menores que los que tienes hoy, simplemente ha cambiado el prisma. ¿Acaso no lo escondías y nadie podía leerlo? Sentimientos no comunicados.

Escribir. ¿Cuándo fue la última vez que mandaste una carta escrita de tu puño y letra? yo ni me acuerdo, entre documentos oficiales -a máquina- y los email... creo que la última carta se la mandé a V. cuando estaba en 1º de carrera, diciéndole lo mucho que me gustaba, aunque podemos contar los poemas que le escribí a M. hace casi 6 años. Y bueno, luego claro que he escrito, pero no vale tener en cuenta exámenes o apuntes. ¿Mis sentimientos en papel? seguramente no menos de 5 años.

Quizá te suene romántico, pero sigo pensando que las cartas tienen un enorme valor sentimental. Digo quizá porque también hay mujeres que consideran retrógrado que un hombre les abra la puerta o les ayude cuando llevan peso. Yo lo hago, como también guardo todas las cartas de mis antiguos amigos y novias en una carpeta, como las que S. me envió aquel verano hace ya posiblemente 8 años. Con S. fui un auténtico cabrón, supongo que con las hormonas desbocadas a los dieciocho años no era más que un niñato inmaduro. Sin embargo, aún guardo aquel recorte de cuaderno cuadriculado de a penas 2 centímetros por 4 centímetros que un día S. me dio con su dirección para escribirla durante todos los meses de verano en que no nos íbamos a ver. O aquella carta en la que había puesto un folio lleno de besos para felicitarme el cumpleaños. A menudo me pregunto qué será de S., lo último que supe de ella es que se había ido a Alicante después de estudiar Enfermería...

Lo sabía, siempre me pasa igual, es poner una banda sonora y acabo hablando del pasado. ¿Qué tiene esa música que siempre evoca recuerdos?

Quitando S. y M., la verdad es que no he tenido ninguna otra relación más o menos normal. Primero fue Mara, una chica italiana que conocí en Inglaterra allá por el 96, ¡cómo dibujaba! era increíble, a pesar de que ni me había fijado en ella, porque yo estaba un poco cegado por otra italiana, Francesca, que lo que tenía de guapa lo tenía de tonta, es decir, que pasaba de mí. Sin embargo Mara le dijo a una amiga que le gustaba, y por supuesto que me gustaba, su timidez era encantadora, recuerdo los coloretes que le salían aquel día de la fiesta en que comíamos tarta del mismo plato, el mismo día en que los italianos no me querían dejar jugar al limbo porque decían que era demasiado alto jajaja, ¡cómo les humillé cuando finalmente me admitieron! Pero se acabó la estancia y Mara volvió a Italia, mientras que yo me volví a España. Mara quiso seguir con la relación, me mandaba fotos, ¡hasta consiguió mi teléfono, no me preguntes cómo! aún hoy, diez años después, siento como el primer día haberle roto el corazón diciéndole que tenía que olvidarme, que teniendo ambos 16 años no podía ser.

La verdad es que las relaciones fracasadas a posteriori fueron merecidas, tan solo por lo mal que llevé la situación con Mara, pero en aquel momento pensé que era mejor un momento de dolor que una vida de sufrimiento, pensando sinceramente en ella. Recientemente me he visto en el caso opuesto. Ahí estuvo María y su mundo de color de rosa, Ruth el día que se lió con un amigo mío, Saray, que consiguió que los amigos de su ex me partieran la cara,... en fin, espero estar en paz con el sistema kármico que debe regular todo esto, creo que ya he pagado con creces.

Son extrañas las relaciones: en teoría, todos nos conformamos con alguien que nos trate bien, que nos entienda, que sea sensible,... pero, en la práctica, no es eso lo que buscamos y, lo peor, es que no sabemos qué queremos. Pero claro, luego no nos debería de extrañar que el guapo o la guapa de turno no fueran el príncipe azul o la princesa prometida, sino una rana o una bruja, ¿no tiene sentido?.
 
posted by Sam at 12:39 a. m. | 0 comments
domingo, 22 de octubre de 2006
Cuando paso por una época en que me falta la inspiración, simplemente miro por la ventana y la inspiración viene a mí. Intentar forzar las palabras no resulta si no tienes una musa que las dé forma y ritmo.

La musa puede ser cualquier cosa, aunque si se trata de una mujer inspirará en mí líneas y más líneas de sentimientos, positivos o negativos, pero sentimientos que yo plasmaré en forma de palabras, aunque ya sabes que ninguna palabra tiene la capacidad de recrear la intensidad real de ningún sentimiento. ¿No logras concretar de qué te estoy hablando? quiero decirte que una palabra tan corta como "amor" no puede expresar lo que es realmente el amor con cuatro letras, ¿no opinas lo mismo?

Hoy la musa no es una mujer, sino algo tan sencillo como una gota de agua, pero vayamos al origen de la inspiración: veo las hojas del árbol cómo oscilan ante el viento y cómo se desprenden las gotas de lluvia que resbalan por el verde haz hasta su ápice, colgando unos instantes antes de emprender su breve viaje hasta el suelo. Pienso de dónde vendrá esa gota y si alguien más habrá pensado lo mismo mirándola, tal vez a miles de kilómetros de dónde yo me encuentro.

¿Por qué existe precisamente esa gota de agua? ¿dónde se ha originado? ¿vendrá de un mar y será salada o vendrá de un río y será dulce? ¿Será el llanto de la Tierra o procederá de la tristeza de un rostro que, acongojado, miraba al cielo, tal y como yo estoy haciendo en estos momentos?

Sin embargo, cae al suelo y se olvida, y ese efímero momento desaparece ante las nuevas gotas con nuevas historias que llegan.

El amor y el agua mantienen varias similitudes. El amor puede ser puro o puede estar contaminado. El amor puede ser frío, como el agua de lluvia que te golpea en la cara en una tormenta en invierno, o puede ser reconfortante como una caricia en el corazón, como una lluvia de verano. El amor genera gotas de agua, porque se sufre cuando sufre el amado. Pero hay una cosa que el agua no puede ser y que el amor sí: el agua siempre es agua, pero el amor puede ser sincero, basado en el interior de las personas, o puede ser un amor aparente, simplemente por querer demostrar a los demás que lo que se tiene es mejor que lo que tiene el resto; en este último caso, no se ama, sino que se aparenta, puesto que no existe una relación entre dos al influir lo que piensen los demás. Las gotas de lluvia sustituyen a otras gotas de lluvia pero, cuando se ama, sólo se puede amar de verdad a una persona, porque esa entrega total sólo puede ser unidireccional.
 
posted by Sam at 5:05 p. m. | 0 comments
jueves, 12 de octubre de 2006
Cuando buscas algo y no sabes el qué, debes preguntarte en primer lugar qué es lo que no buscas. Viene a ser como cuando contestas una pregunta de un test con cuatro posibles soluciones, puede que sepas las respuesta y la pongas sin dudar, o puede que sepas qué es lo que no es correcto y escojas la respuesta correcta por eliminación. Bueno, la vida es algo parecido, vas escogiendo las opciones que te permite aunque a veces no tienes idea de qué quieres. Sin embargo, lo importante es tener la oportunidad de elegir tu propio camino, porque si te equivocas el error será tuyo, pero no forzado por los acontecimientos.

Del mismo modo, al buscar la felicidad tal vez no sabemos qué es lo que nos va a llevar a ella, pero seguro que no tenemos ninguna duda de qué no nos conducirá a tan ansiada meta. La felicidad es un concepto tan abstracto y dependiente de tantas variables que es extremadamente complicado saber cómo lograrla, si es que el concepto felicidad como ausencia de toda perturbación interna realmente es alcanzable. Pero si bien es posible que nunca podamos ser realmente felices, sí que existen momentos de felicidad absoluta, generados por sensaciones; son momentos irreproducibles, porque si intentamos repetir las circunstancias en que fuimos felices el simple hecho de añorar aquel momento anterior provocará que no lo consigamos.

Estos momentos efímeros de felicidad, puntuales, son provocados cuando menos te lo esperas. Ejemplo. Madrid, 20.00H, M50, el sol se pone y genera con las nubes un tapiz de añiles y naranjas, en contraste con el hormigón que me rodea por todas partes. Yo voy por el carril de la izquierda a 130 km/h y no llevo a nadie detrás dándome las largas. A pesar de que es puente, no hay demasiado tráfico, en ESE momento no hay demasiado tráfico. Y en la radio suena una canción, cualquiera, eso es lo de menos, pero es LA canción adecuada para ESE momentol. Cinco, quizá diez segundos de felicidad, y se siente como un bálsamo en el alma. La sonrisa me dura al menos 20 kilómetros.

La felicidad permanente es utópica, pero es totalmente real que, a veces, se puede ser del todo feliz.
 
posted by Sam at 12:28 p. m. | 0 comments